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Los Juegos de la Muerte

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Mensaje por Jeanette Yunnuen Sáb Nov 12, 2011 12:31 pm

Death Note
デスノ—ト
Los Juegos de la Muerte
(Fanfic)


Las vidas de tres jóvenes serán puestas en el mismo camino para ser destrozadas en un interesante juego. Los dioses de la muerte han decidido: se les permitirá a los participantes elegir sus acciones, sin embargo, no tienen muchas opciones porque, el que pierda, morirá.
Por supuesto, ya que el sentido de humor de las deidades es muy oscuro, diferentes obstáculos se les pondrán en su camino, entre ellos, las mayores debilidades del humano: las emociones.

Capítulo 1. https://animefanfics.forosactivos.net/t1370-los-juegos-de-la-muerte

Capítulo 2. https://animefanfics.forosactivos.net/t1394-los-juegos-de-la-muerte

Capítulo 3. https://animefanfics.forosactivos.net/t1472-los-juegos-de-la-muerte

IV

Errores

La señorita Amiko sonrió a los niños de la guardería Kazoku; era el salón número tres, dónde los niños de dos o tres años se divertían intentando hacer figuras con sus hojas de papel. Una de las niñas, con sus mejillas encendidas de felicidad se había acercado a la cuidadora gritando que por fin había conseguido hacer un sombrero, que más bien parecía una extraña figura amorfa con un pico arriba. Sin embargo, Amiko sonrió y la colocó en su escritorio, diciendo que le gustaba mucho y aconsejándole que siguiera practicando.

De colores naranjas se iba pintando el cielo, señal de que el atardecer se asentaba afuera de la pequeña construcción. Las risas de los niños eran llevadas por el viento, sacadas por la ventana del salón y llevadas a la calle, donde las personas, sin pensarlo, sonreían con la extraña música infantil que brotaba de sus pulmones.

Tal vez hubiera sido el relato de una tarde más en Kazoku, sino fuera porque era el lugar propicio para un acontecimiento de lágrimas rojas.

Amiko abrió un libro de cuentos, en la portada, un hada extendía sus coloridas alas y emergía de una flor roja. Se alegró cuando sus ojos se encontraron con todos los pequeños rostros atentos y ansiosos; los niños estaban sentados en el suelo, algunos las manitas en las mejillas otros boca abajo, con las piernas balanceándose adelante y atrás.

-¡Tienes que salir inmediatamente! –exclamó una de las cuidadoras, deslizando con brusquedad la puerta.

-¿Qué es lo que ocurre? –cuestionó Amiko, un poco molesta-. Estoy…

Pero la otra chica se adelantó un paso y dejó a la vista de todos el hombre que se encontraba detrás de ella, apuntándole con un arma.

-Sal al patio –ordenó el hombre con los ojos vacíos, sin vida alguna.

-Está bien –respondió Amiko, con voz trémula. Algunos niños comenzaron a llorar-. Tranquilos, todo va a estar bien, sólo espérenme aquí y…

-No, ellos también vienen con nosotros.

-Pero…

-¡Haz lo que digo o la mato! –gritó el hombre, apretando la pistola en la nuca de la cuidadora, quien no pudo evitar soltar un sollozo.

El grupo salió hasta el patio, donde ya estaban reunidos otros niños, quienes no podían evitar llorar y gritar, por más que las cuidadoras intentaban calmarlos.

-Se puede llevar todo el dinero que tenemos –soltó Amiko, atreviéndose a hablar-. Sólo permita que los niños…

Pero el hombre parecía completamente descontrolado; los pequeños parecían ponerlo nervioso, porque dejó de apuntar a la joven que tenía en frente y comenzó a mover el arma de un lado a otro.

Había un reloj grande colgado en el edificio principal que, cada hora, emitía un sonido como de campanas, para avisar a las cuidadoras que era momento de cambiar de actividad.

En aquella ocasión éste parecía tener cierta importancia en el propósito del hombre porque, de pronto, mientras el segundero iba avanzando hacia el doce, él se puso rígido, como si cumpliera con un horario y, lentamente, volvió a levantar el arma hacia la persona que estaba más cerca de él.

Todo terminó con el sonido de un disparo. Los gritos infantiles con los de las mujeres se mezclaron en una tétrica sinfonía.

Amiko cayó, rodeada un charco de su propia sangre y, junto a ella, su asesino, pues un infarto fulminante acabó con su vida. Él, que sería anunciado, en una famosa cadena televisiva, esa misma noche, como un famoso estafador que la policía no había conseguido atrapar.


Como esmeraldas, un par de ojos brillaban, reflejando las imágenes que transmitía el televisor. La dueña de aquella mirada se estremeció, sentada en su cama. En los últimos días habían ocurrido terribles acontecimientos que no sólo provocaban reacciones en ella, sino en toda la población japonesa. Varios casos de asesinatos, a mano de asaltantes, violadores, asesinos en serie, toda clase de delincuentes que entraban a hospitales, escuelas, orfanatos, guarderías… En todos los casos había algo en común: un inocente terminaba muerto.

-¿Por qué? –los labios rosas se movieron lentamente, como si Misa temiera hacer esa pregunta.

Un poco preocupada, Rem se ocultaba en un rincón oscuro de la habitación, observando la angustia en la mirada de la portadora.

-Un monstruo, Kira parece un monstruo…

-Misa, debes tener mucho cuidado, más que nunca.

La joven asintió, ensimismada en el televisor.

-¿Rem? –soltó ella, después de un largo silencio.

-¿Qué ocurre?

-Tengo miedo.


Rodeado por el equipo de investigación, L tomó un sorbo a su té y después observó todos los rostros ansiosos de los policías. Los asesinatos y muertes recientes los habían alterado más que nunca.

-Kira quiere causar temor –dijo, de pronto— lo cual, me parece, está logrando. Pronto los ciudadanos exigirán que la policía japonesa deje el caso. Sobre todo, querrán que yo me retire.

-Algunos ya lo hacen –soltó Matsuda, con imprudencia, ante lo cual el jefe le dirigió una mirada fulminante.

L, ignorándolo, se recostó sobre el sillón y observó fijamente la pared que tenía en frente.

-Kira desea que dejemos de investigar, lo que significa que podemos estar más cerca de dar con él de lo que pensamos –dijo, de pronto-. Algo debió hacerlo reaccionar de esa forma.

El detective les pidió a todos los expedientes de las personas que habían estado investigando esas últimas semanas, al final, sólo quedaron veinte archivos.

-Descarten a los demás, sino me equivoco, Kira debe estar entre estar personas –soltó.

Soichiro lo observó, con una expresión preocupada marcada en el rostro.

-¿Entre ellos está mi hijo?

-Sí –respondió L.

-Creí que durante la semana que lo siguió Aizawa no había encontrado nada malo en su comportamiento.

-De cualquier manera no podemos descartarlo.


Otra vez la distracción esta envolviéndola; en las últimas clases de matemáticas se había perdido de las exponenciales y los números imaginario, haciendo imposible que pudiera resolver alguno de los problemas que les puso el profesor. Sin embargo, su preocupación por ello sólo duró unos segundos, mientras que su mente se encargó de regresar a sus verdaderos problemas.

Una de las chicas de su clase la invitó a tomar un café con sus amigas, pero Misa negó con la cabeza, demasiado sumergida en sí misma como para contestar con voz propia.

No podía encontrar una forma de seguir con sus averiguaciones sobre Kira, lo último que había intentado resultó tan arriesgado que la policía casi la atrapa. Aunque, siendo sincera, a veces la tentación de llamar a L era demasiada… pero ¿qué le diría? Era ridículo decirle que ella tenía un cuaderno de la muerte y que Kira también; explicarle que con eso podía comer los asesinatos pero que, aunque ella tuviera uno, no era culpable de ninguna muerte (lo cual no era del todo cierto). Tal vez podría decirle que quería ayudar en la investigación…

Misa sacudió la cabeza. No, era impensable todo eso. Estaba claro que su camino lo tenía que continuar sola, por más que quisiera ayuda. En la situación en la que se encontraba era demasiado arriesgado confiar en alguien.

-Me acaban de comunicar tus desastrosos intentos en matemáticas –soltó una voz que cada vez le era más conocida.

La joven levantó la mirada y se encontró con la sonrisa de Light.

-Sí –soltó un profundo suspiro-, soy verdaderamente terrible.

-Ven a mi casa, mi madre no se molestará en poner otro plato en la mesa, además, después puedo ayudarte con eso.

A pesar de que ya habían pasado más tiempo juntos y Light se comportaba mucho mejor que cuando lo conoció, a veces creía sentir algo extraño en él, aunque, bien podía ser, como ya había pensado, lo nerviosa que se encontraba últimamente.

Pero, por otro lado, él era hijo del jefe de policía, quien trabajaba para L… tal vez, si tenía suerte, lograría enterarse de algo.

-De acuerdo –respondió, sorprendiéndolo por un instante.


Aunque en un principio se sintió incómoda, la familia de Light la recibió con tanta amabilidad que no pudo evitar sonreír con sinceridad, sobre todo cada vez que hablaba Sayu, la hermana menor de Light, quien parecía muy divertida por el hecho de que él trajera una chica a su casa.

-¡Eres tan hermosa! –exclamó la joven, con bastante alegría. Parecía tener unos catorce años de edad, debía de estar en la secundaria.

-Gracias –respondió Misa-, tú también eres muy bonita.

Incluso la madre de Light parecía muy contenta con su presencia y, durante la comida se desarrolló una agradable conversación entre los cuatro. Y tal vez eso era algo que Misa lamentaba un poco, que no se encontraba el señor Yagami, pues seguramente estaba haciendo algo bajo las órdenes de L.

La conversación hubiese continuado deliciosamente si, en la televisión el presentador no hubiese mencionado el caso de Kira.

En una ocasión, Light le había explicado a Misa que, desde que su padre había decidido unirse a L, el televisor de la sala siempre estaba encendido en el canal de las noticias, pues su madre no soportaba estar sin saber de él tanto tiempo y, creía firmemente, que si el nombre de su marido no era nombrado en televisión, significaba que no le había ocurrido nada grave.

Todos los comensales dejaron sus platos olvidados y posaron sus ojos en las imágenes que se presentaban en la pantalla. Parecían marchas y protestas, en diferentes lugares de Japón, unos a favor de Kira y otros sólo expresando el profundo miedo que le tenían, pero todos coincidiendo en una cosa: que la policía dejara de investigar a Kira.

-Está más que claro el mensaje que quiere transmitir la gente; ya no queremos a la policía se meta en esto, desde que ellos comenzaron a tratar de atrapar a Kira las cosas han empeorado. Kira sólo pretende castigar a los que hacen el mal, pero lo han orillado a cometer asesinatos injustificados. Yo, por mi parte, estoy de acuerdo con los protestantes; L, retírate y del caso.

-¿Cómo pueden decir esas cosas? –Misa no pudo evitar decir, furiosa— Ellos sólo quieren protegernos, arriesgando su vida por nosotros…

Este comentario pareció ser del agrado de la madre de Light porque asintió y observó a la joven con mayor estima.

-Después de todo lo que ha hecho L.

-Tranquila, Misa –dijo Light, quien en un principio parecía molesto, pero su expresión cambió tan deprisa, que nadie le tomó importancia-. Se darán cuenta de su error muy pronto.

Misa, sumergida entre la vergüenza y la sorpresa por su propio comportamiento, se dedicó a terminar su comida.

Sin embargo, el silencio no duró mucho tiempo, ya que Sayu hizo un comentario.

-No te preocupes, Misa-Misa –dijo, sonriendo-, papá dice que L es una de las personas más inteligente que ha conocido, él podrá resolverlo a pesar de todo.

-Tienes razón –concedió ella.


Una vez que Light terminó de explicarle todo lo de matemáticas, no le pareció muy complicado a Misa resolver los problemas que había dejado su profesor en la clase. Tenía que admitir que él era bueno con matemáticas y no sólo con eso, sino con física también ya que terminó ayudándole, también con el efecto Doppler.

-Así que –soltó Light, mientras ella leía— parece que eres admiradora del detective que sigue el caso de Kira.

-¿Qué? –Misa pestañeó, sin saber si había escuchado bien— No, es sólo que… me agrada que alguien esté haciendo algo por detener a Kira.

Light la observó durante unos momentos, lo vio apretar los labios.

-Si mi padre me lo permitiera, yo le ayudaría con el caso.

Misa sonrió e, inconscientemente, puso su mano sobre la que él tenía sobre el escritorio.

-Aun cuando espero que todo esto termine pronto, si no es así, una vez que termines de estudiar, podrás unirte a ellos.

-Hablaste como mi madre –se burló él.

Misa puso los ojos en blanco.

-Eso es lo que me gano por querer apoyarte.


Faltaban diez minutos para que se terminara la clase y Misa ya había terminado el examen de matemáticas, sólo restaba revisar una vez más, para estar segura de todo. Pero podía asegurar que le iría bien. Ésa era una de las razones por las que no se arrepentía de haber ido a casa de Light.

Estaba contenta, también, porque el profesor del otro grupo le había permitido hacer el examen en su salón, ya que ella no había alcanzado a hacer el que le correspondía.

Sonrió cuando lo vio completo y se levantó para entregarlo cuando, sin saber cómo o por qué, un hombre con los ojos desorbitados y una pistola en la mano entró al salón.

Los exámenes fueron olvidados a partir de ese momento, todo en lo que podían pensar ella y sus compañeros era que ese día, iba a haber dos muertes más.

-No te preocupes, Misa, yo estoy junto a ti –dijo Rem.

-Gracias –musitó.

El hombre comenzó a gritarles, mientras apuntaba a la cabeza del profesor, que formaran un círculo, a lo que todos los estudiantes accedieron con prontitud.

Tic, Tac. El reloj, de pronto, parecía ser el que diera la sentencia, pues en momentos, todo se quedaba en silencio y sólo se podían escuchar las manecillas avanzando cada vez más. La mirada del hombre iba perdiendo la luz de sus ojos, como si estuvieran vacíos. Como autómata, levantó el brazo; el profesor tembló de miedo.

-¡Espere!

Nadie necesitaba decirle a Misa que había cometido un error pues, en cuanto la palabra escapó de sus labios, lo supo.

-¡Cállate!

El hombre se giró hacia ella; la joven sintió el frio metal colocarse entre sus ojos. De pronto, fue como si todo desapareciera y todo lo que su mirada y oídos podían captar era la presencia del reloj de pared. El segundero jamás había avanzado con tanta lentitud, su sonido nunca había sido tan estridente en los oídos de nadie… La manecilla se acercaba a las doce.

-Todo va a estar bien, Misa. Yo puedo intervenir.

Las palabras de Rem no tenían sentido y tampoco se iba a detener a averiguar su significado, en ese momento, nada más importaba.

Sumergida en esa extraña lentitud, Misa sintió como era empujada lejos y experimentó el choque de su cuerpo contra el suelo, antes de levantar la cabeza y percatarse de que su salvador era un chico que tenía la mirada tan vacía como el asesino. Era como si los dos fuesen manipulados.

El joven, de pie frente al hombre con el arma, tomó su muñeca y guió el arma hasta su propio corazón.

Cuando el segundero llegó al doce, se escuchó el estruendo.

Sólo entonces Misa se dio cuenta que, lo que a ella le había parecido eterno, había ocurrido unos instantes. Pues podía ver las caras de incredulidad y horror en algunas chicas al darse cuenta que había dos cuerpos en el salón, uno del alumno que la había salvado y el otro del criminal, muerto de un infarto.

-¿Qué fue lo que hiciste, Rem?

La shinigami negó con la cabeza.

-Yo no hice nada.

Si Misa no hubiera visto en su único ojo visible la clara señal de asombro, no le hubiera creído.


-Todos los casos se asemejan, Watari –soltó L, después de verlo llegar con el pastel de fresas. En aquella ocasión, no se encontraba ningún miembro de la policía-; un criminal llega a un lugar con muchas personas, los toma de rehenes durante unos minutos y, acto seguido, asesina al que se encuentra más cerca. Sin embargo, en éste último, el de la Universidad, el sujeto entra con un arma, mantiene a los rehenes, le apunta a uno de ellos pero, otro de los presentes interviene, se pone en medio de los dos y, lo terminan matando.

-¿Crees que Kira manipuló al segundo también para evitar que mataran a la primer víctima?

-No estoy seguro pero, si ese fuera el caso, significaría que Kira estaba observando todo. –soltó, comió un poco de pastel antes de continuar: -Si no me equivoco, el hijo de Yagami asiste a esa Universidad, ¿no es así?

-Sí.

-¿Cuándo es el próximo examen de admisión para entrar ahí?

-Dentro de una semana.

-Perfecto, haz los arreglos necesario para que yo pueda hacer ese examen.

Watari asintió y se dispuso a irse cuando notó que L sacaba su teléfono móvil de su bolsillo y lo revisaba. Las últimas semanas había notado ese comportamiento en L, algo que él no acostumbraba hacer.

-¿Esperas alguna llamada importante?

-No, no es nada.


Light esperó hasta subir a su habitación y cerrar la puerta con llave para liberar su furia; golpeó el escritorio con furia y de un movimiento violento, tiró todo lo que tenía sobre él. Después, agotado, se dejó caer en la silla.

-Es bueno verte perder el control de vez en cuando –comentó Ryuk, tras soltar una carcajada-. Ahora que lo pienso, hoy te he visto comportarte diferente en dos ocasiones… ¿Por qué interviniste?

-¡Ella no debía estar ahí! –gritó él, se pasó una mano por el cabello- No era su clase… Además nunca pensé que sería tan estúpida como para intentar hacer algo, debió quedarse callada, como el resto de los demás…

-Aun no has contestado mi pregunta.

-Ya te dije que la voy a usar –soltó Light, mucho más exasperado que de costumbre-, no me serviría de nada si muere.


Misa se despertó agitada esa noche; después de lo que había ocurrido apenas hacía unas horas no se había logrado recuperar del todo. Durante horas permaneció despierta y, cuando consiguió dormir, sus pesadillas no la dejaban tranquila; veía dos sombras en forma de hombre, una, con el nombre de Kira, que traía en sus manos un cuaderno de cuyas pastas escurría sangre y, con una pluma de tinta roja, escribía su nombre en páginas completamente negras. Después de que su corazón casi se salía de su pecho y gritaba, pidiendo ayuda, la imagen desaparecía para dejar espacio a la otra figura con la letra "L" impresa en la frente, él se acercaba y le ponía unas esposas en las muñecas, acto seguido una enorme reja caía delante ella.

-Fue sólo una pesadilla.

De cierta forma, la voz de Rem la tranquilizó, pero el sueño no regresó a ella pronto, pues su mente comenzaba a llenarse con terribles interrogantes.

-El muchacho que me salvó –soltó, con voz trémula-, no parecía estar del todo consciente de lo que hacía.

-¿Piensas que Kira te salvó?

-No –musitó Misa, cuyos ojos se abrieron con temor-. Tal vez lo hizo como advertencia, para decirme que ya sabe quién soy.

La joven se cubrió con la sábana, intentando calmar a su corazón, repitiéndose que su conclusión podía estar errada, por lo menos esperaba que así fuera.



Última edición por Jeanette Yunnuen el Sáb Dic 03, 2011 8:22 am, editado 1 vez
Jeanette Yunnuen
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Mensaje por Karely Uchiha Lun Nov 14, 2011 9:33 pm

conti conti conti
kyaaaaaaaaaaa
me gusto xDDD
Karely Uchiha
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Mensaje por Jeanette Yunnuen Vie Nov 18, 2011 6:47 pm

¡Muchas gracias por comentar! Intentaré actualizar lo más pronto que se pueda
^^
Jeanette Yunnuen
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Mensaje por YULI'S Vie Nov 18, 2011 10:28 pm

me encanto conti onegaii mi quiere conti shiiii *¬*
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Mensaje por Jeanette Yunnuen Sáb Dic 03, 2011 8:21 am

Gracias por los comentarios, espero que les guste el sig cap!

V

A ciegas

Por el lado este de la Universidad, cerca de los jardines y la aglomeración de estudiantes que se bañaban con el sol de mediodía, muy próximo al estacionamiento, un carro negro, elegante; se detuvo a una distancia prudente.

—¿Averiguaste lo que te pedí, Watari?

—Por supuesto —contestó el hombre tras el volante, a la luz del mediodía, sus lentes emitieron un leve destello—. Se llama Misa Jenkyns, tiene 23 años actualmente, es cursante de tercer semestre en la Universidad de Kanto y fue transferida de Oxford.

Por encima de unas ojeras profundas, un destello cruzó por las pupilas de L al tiempo que se alzaban sus cejas. Inconscientemente, su dedo pulgar comenzó a darle suaves golpes a su labio inferior.

—¿Motivo?

—Al parecer ella solicitó la transferencia, y a pesar de que el consejo escolar accedió gustosamente en un principio (debido a que la joven tiene excelentes calificaciones y es sobresaliente en las materias de matemáticas, lógica y física), la psiquiatra mostró cierta reticencia a tal cambio. Por ello su traslado se retrasó tres meses.

—¿Sabes por qué la psiquiatra no estaba segura de aprobar la transferencia?

A pesar de que los ojos negros de L estaban pendientes de la ventana y del transitar continuo de los alumnos, su atención estaba en las palabras de Watari.

—De momento no tengo mucho —contestó el hombre canoso—, sólo sé que, desde los cinco años, recibe terapia regularmente, debido a que escuchó cómo asesinaban a sus padres.

—Parece que la chica no tiene suerte… —soltó L, un extraño tono de compasión había emergido de su voz— primero eso y ahora asesinan a alguien en frente de ella, no debe ser fácil.

L pareció darse cuenta que su mente estaba desviándose a otros derroteros, puesto se interrumpió y sacudió su cabeza. De pronto, sus ojos se abrieron ampliamente.

—Mencionaste que su apellido era Jenkyns, que sus padres murieron cuando ella era una niña; seguramente fue transferida a uno orfanato… —la mirada de L se adhirió a un punto en la nada, sus palabras se volvieron murmuraciones como si hubiera dejado de notar la presencia de su compañero— Si nació en Inglaterra, ¿por qué elegir Japón, un lugar tan distante de la cultura, costumbres y tan diferente en el idioma? No, seguramente ella nació aquí y el asesinato de los padres también, después el orfanato y… sí, un apellido perteneciente a unos padres adoptivos anglosajones que la llevaron hasta Europa…

—Efectivamente —confirmó Watari, aunque el detective no le hizo caso.

—¿Has averiguado su apellido de nacimiento?

—Estoy en ello; parecen ser muy celosos con respecto a la información, en Oxford ni siquiera han accedido a darme el nombre del orfanato.

El detective centró su atención en el jardín de la Universidad, a la salida de uno de los edificios.

—¿Cuándo dices que saldrá?

—Según su horario, dentro de poco. ¿Por qué quieres verla por ti mismo? ¿No crees que sea suficiente con el interrogatorio que le hará el comisionado Yagami para saber si está relacionada con Kira?

—No creo que lo esté, por lo menos no conscientemente ya que es demasiado sospechoso que, una vez que el asesino le haya apuntado con el arma se salvara…

—Ahí está —lo interrumpió Watari—, es la rubia.

Efectivamente, por el camino de asfalto caminaban dos chicas, una de las cuales tenía los cabellos claros, los cuales, tras un pequeño soplo del viento, se agitaron en torno a sus hombros. Firmemente abrazados a su pecho, se alcanzaban a vislumbrar dos libros, uno de los cuales, era de física.

Tal vez si los vidrios del auto no fueran polarizados, alguien se hubiera percatado que, entre tanto carro estacionado, uno de ellos estaba ocupado por dos hombres, uno al volante, aparentemente distraído en el paisaje y, el segundo en el asiento de atrás inclinado hacia el cristal con los ojos oscuros fijos en los movimientos de una joven. Sin embargo, los estudiantes estaban tan distraídos con sus propios problemas y el vehículo estaba en un punto que podía pasar desapercibido, que ninguno de ellos notó nada extraño.

Las dos jóvenes parecían muy entretenidas en la plática, la primera, cuyo cabello corto y negro estaba peinado en puntas, parecía bastante emocionada por algo que estaba relatando y, a pesar de que la rubia, Misa, le prestaba atención y respondía con una sonrisa que se podría considerar como radiante, había algo extraño en ese gesto.

Misa se despidió de la otra joven y, en cuanto la última desapareció de la vista, surgió un gran cambio en la chica rubia: se dejó caer en la primera banca que encontró y de su rostro se borró toda alegría fingida para teñirse de angustia y un poco de miedo.

Fue terrible ver ese cambio; a L se le presentó la imagen de una luz que, de un momento a otro, se apaga, para dejar a su alrededor en penumbras. A pesar de que el sol no se movió y no fue ocultado por nubes, todo lo que estaba cerca de la joven parecía haber perdido su brillo.

Hasta L creyó que Watari se lamentaba, pues un murmullo extraño brotó de su boca:—No hay nada más triste que ver algo bello marchitarse.

L no prestó mucha atención a sus palabras, porque ahora, estaba mucho más intrigado con los gestos de Misa.

Abrió una bolsa de chocolates y se metió uno a la boca.

—Está terriblemente preocupada —comenzó a murmurar después de haber tragado su bocado—; si analizamos la situación por la que pasó concretamente obtendríamos, ayudándonos un poco en la psicología, que la reacción normal de una persona, después de haber presenciado una escena como aquella, sería de un estado de shock (en caso de que el sujeto en cuestión fuera susceptible) que no permitiría reanudar la rutina, por lo menos en unos días. Misa, en cambio, parece haberse recuperado, puede socializar como cualquier otro estudiante que nunca ha pasado por una situación así, pero, cuando cree que nadie la ve, se sume en esta especie de… angustia. Pero… ¿angustia por qué?

L se inclinó un poco más a la ventanilla, su mirada implacable se negaba a despegarse de ella, con la esperanza de desvelar el secreto que guardaba.

—Tal vez… pero ¿cómo? ¿Ella sospechará el problema en que está metida, sabe que Kira evitó su muerte? Es poco probable, ningún policía o persona ha notado la anomalía en el último caso, consideraron sacrificio y valentía que el joven se interpusiera entre el asesino y Misa… nadie vio el error. Entonces, ¿por qué parece que ella también lo sospecha? Si lo hace, es porque, probablemente, tenga una información que nosotros no.

La joven hizo un movimiento; giró su cabeza, como si hubiese reconocido a alguien. Nuevamente adoptó su sonrisa engañosa y se levantó, para encontrarse con la persona que conocía.

Los ojos de L brillaron con astucia cuando reconoció al estudiante: era Light, el hijo del jefe de la policía.

Misa abrió uno de los libros que traía en las manos y se lo mostró al joven, moviendo los labios rápidamente, se lo acercó a Light, esperando una contestación. Sin embargo, el chico se limitó a fruncir el ceño y negar con la cabeza, unas pocas palabras brotaron de sus labios, unas muy cortantes y frías, a juzgar por su postura y la forma en que miraba a la joven.

Fue más el desconcierto que dolor lo que congeló a Misa y provocó que en sus cejas se arrugaran sobre sus ojos.

Light se fue rápidamente, dejándola con enojo y sorpresa batallando en sus facciones. Y, fueron los gestos de ella los que le revelaron a L muchas cosas.

—Su relación debe ser buena ya que Misa se asombró demasiado porque él la trató fríamente… Y es, efectivamente, esa relación lo que aumenta la probabilidad de que Light sea Kira.

Afuera, Misa se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Otra vez L tuvo la sensación de que ya la había visto; había algo en su forma de caminar…

—¿Nos vamos, L?

El detective sacudió su cabeza.

—Sí, por supuesto.

Watari, por seguridad, tuvo que dar varias vueltas y tomar caminos hacia otras direcciones antes de llegar al hotel en el que se estaba hospedando L.

—Voy a hacer algunos cambios —anunció el detective, atrayendo la atención de Watari—, quiero que se siga con el plan de interrogarla, pero lo quiero hacer yo, por supuesto, por medio de la computadora. Por supuesto, el jefe Yagami es quien se encargará de traerla.

Las canosas cejas de Watari se elevaron.

—¿Traerla? ¿No es arriesgado?

L negó con la cabeza.

—Tomaré mis precauciones —de pronto, pareció acordarse de algo importante porque dijo:— Por cierto, Watari, sobre el caso de 1993, en el que Takano Konji asesinó a una pareja, me parece que eran esposos; necesito que averigües si tenían una hija y qué pasó con ella.

Por el umbral de la puerta trasera del bar, una cabeza rubia se asomó. La lluvia parecía tranquila, apenas un goteo insistente y molesto que amenazaba con continuar con persistir hasta que llegara el amanecer. Misa, a juzgar por sus párpados caídos y la ligera sombra debajo de los ojos, estaba agotada. No tenía ganas de mojarse pero de eso a quedarse en aquel lugar hasta la llegada del sol, prefería mil veces la brisa lluviosa.

Con parsimonia se cubrió bien con la gabardina negra que traía y se despidió de sus compañeros. Sus botas negras produjeron un divertido chasquido al hacer contacto con los pequeños charcos de agua; su cabello, conforme avanzaba, comenzó a pegarse a su cara y a su cuello. Por los poros de su piel se colaban gotas heladas que parecían llegar hasta sus huesos, puesto que sentía el frío profundamente.

—Te ves triste, Misa —comentó Rem una vez que estuvo segura que las calles por las que se trasladaban estaban tan solitarias que la joven no corría riesgo de ser vista hablando sola.

La joven le dirigió una sonrisa que sólo sirvió para confirmar la observación de la shinigami.

—Lo sé —fue la seca respuesta.

Habían sucedido tantas cosas, sobre todo el hecho de que, después del incidente en la escuela, ahora se sentía acorralada por Kira, que no sabía qué hacer. Además, en los momentos en los que experimentaba mayor consternación o peligro, siempre recordaba aquella noche de invierno, hace tantos años.

Estaba casi segura que esa noche sería una más de pesadillas.

Sin contar con que, aunque le pesara admitirlo, le provocaba la actitud indiferente que Light había adoptado hacia ella. Por supuesto, era algo que se debía esperar de alguien tan arrogante como él pero, sentir que tenía un amigo, un poco de compañía, la había hecho animarse un poco y, ahora, era difícil sentirse sola, de nuevo.

Era demasiado extraño, era como si quisiera evitarla, como si su presencia le causara alguna molestia; incluso le había dicho a su profesor de matemáticas que renunciaba a la tutoría… De eso apenas se había enterado hoy y, aunque la siguió desconcertando su actitud, consiguió animarse un poco al saber que ya no tendría a alguien que la estuviera vigilando pero, el profesor, no conforme con volver a dejarla sola, le prometió buscarle a otra persona para ello.

Después de llegar a su departamento y quitarse toda la ropa mojada para remplazarla por seca, se dejó caer en la cama.

Si Kira la conocía y podría dañarla, por lo menos ella debía estar lista y continuar con su investigación para encontrarlo…

—Cada vez te comprendo menos, Light.

Discretamente, el joven fue alejando su cabeza del libro para lanzarle una mirada reprobatoria al shinigami.

—No sé porqué te extraña que lea, debo mantener mi reputación de buen estudiante —replicó, cuidando que el libro eclipsara el movimiento de sus labios.

El shinigami sonrió, sus grandes ojos observaron al humano.

—No es lo que haces lo que encuentro verdaderamente curioso, sino donde te encuentras.

—Exprésate con mayor claridad, Ryuk —soltó Light—, que el que no entiende ahora soy yo. Me parece desconcertante que encuentres algún inconveniente en que yo me ponga a estudiar aquí, afuera del edificio de la Universidad.

Ryuk comenzó a volar a su alrededor, bastante divertido con algo.

—Sabes a lo que me refiero. Dentro de poco ella bajará de su clase y, forzosamente se dirigirá a la banca que está a unos metros, la misma que, desde aquí, se ve perfectamente.

Light apretó los labios, con disgusto; acercó el libro hacia su cara un poco más, como si no le importara nada más que la lectura que estaba haciendo.

—No me había dado cuenta.

El shinigami soltó tal carcajada, que no fue necesario que dijera lo que opinaba de esa respuesta.

Misa, como su rutina lo dictaba, salió de su clase, demasiado abstraída en su cuaderno de notas como para fijarse en otra cosa. Se dejó caer en el asiento y abrió un libro. Sus hombros se elevaron y volvieron a caer, como si hubiera soltado un profundo suspiro.

—Vamos Light, hazlo un poco más sencillo para mí —insistía el shinigami— ¿Por qué la salvas, después decides ignorarla y ahora la vigilas?

De pronto, los dedos del joven parecían querer perforar el libro, de tanta fuerza con que lo sostenía. Sus dientes castañearon.

—No la vigilo. Y para tu información, en estos momentos, no le hablo porque no considero que pueda necesitarla, cuando vea que me puede servir entonces volveré a acercarme. Mientras tanto, quiero descansar de su presencia, estoy harto de ella.

—Si eso es cierto —dijo Ryuk, en el momento que, un poco alejada de ellos, Misa retiraba los brillantes mechones de cabello que caían sobre su rostro y los colocaba detrás de su oreja— entonces, ¿qué hacemos aquí?

—Pretendía estudiar pero ya no paras de hablar y ya que me hiciste notar su desagradable presencia, ya no podré permanecer aquí —soltó Light entre dientes, antes de ponerse de pie. Caminó lentamente, tomando el único camino por el que llegaría con mayor rapidez a la salida; su cuello estaba rígido y sus ojos no se despegaban del frente, como si se concentrara por mantenerse así. Pasó frente a Misa y ella lo notó.

Una fugaz sonrisa se dibujó en los labios de Light cuando la vio colocarse frente a él.

—¿Qué quieres ahora, Misa?

Ella, sin mostrar emoción alguna, le tendió un libro de física.

—Gracias por prestármelo, ya no lo necesito —soltó, en el mismo tono frío que él había usado con ella la última vez que conversaron.

Su cabello se agitó cuando dio media vuelta; Light se quedó frunciendo el ceño, metió el libro y se cruzó de brazos, como si quisiera contenerse. Finalmente, resopló, malhumorado, despegó sus pies del suelo y, en dos zancadas, la alcanzó.

-Misa, espera.

Necesitó tomarla del brazo para que se detuviera.

Ella se liberó con brusquedad.

—Lo siento, tengo prisa, será en otra ocasión —soltó, esbozando una extraña sonrisa y, sin más, volvió a caminar, un poco más rápido que antes.

Light gruñó y se fue, en la dirección contraria. Estaba tan molesto, que se alejó una distancia considerable de su shinigami, quien no hacía más que reírse.

—No cabe duda que elegiste bien a tu pieza fuerte, Rem. Pero el juego aún no termina —murmuró Ryuk en un volumen tan bajo que Light, quien estaba luchando con sus propios pensamientos, no lo escuchó.

Faltaba poco para la ceremonia de inicio de nuevo curso; Misa, agradeciendo por una distracción, se sentó en primera fila, escuchando a los alumnos que estaba a su lado murmurar sobre el alumno que daría el discurso. Era bien conocido que el aspirante que obtuviera la mejor calificación tenía el honor de tomar la palabra en el pódium, sin embargo, aunque esto ya era cotidiano, el alboroto que se veía en el auditorio era excesivo.

—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó a una chica que se encontraba a un lado de ella. Por su expresión fascinada, Misa supuso que encontraba demasiado satisfactorio tener información que otra persona no tenía; parecía deshacerse por soltar lo que sabía.

—El estudiante que dará el discurso, creo que se llama Ryuzaki, sacó una calificación perfecta en el examen.

—¿En verdad?

—¡Por supuesto! —exclamó la joven— Nadie ha sacado eso… bueno, excepto, Yagami Light.

Misa puso los ojos en blanco cuando escuchó el suspiro que le siguió a ese nombre, estuvo tan feliz que, en ese momento, el director comenzara a hablar, porque esto ocasionó que su vecina de asiento se callara.

Después de unos minutos, por el corredor de en medio del auditorio, avanzó la figura de un joven; se veía, a los ojos de Misa, como alguien que no encajaba ahí. Sus tenis estaban viejos pero, de alguna forma, en buen estado, como si casi nunca los usara; sus pantalones y su playera eran sencillas, los primeros de mezclilla azul, la segunda de algodón blanco. Sin embargo, algo había que llamaba la atención en él, tal vez eran los ojos negros que hacían juego con el cabello alborotado sobre su cabeza; pero, no era su color oscuro lo que ocasionaban una extraña curiosidad por mirarlos, sino que, parecía que con un solo vistazo, ellos podrían averiguar mucho sobre la persona que tuviera el valor de enfrentarlos. También, hubo algo que molestó a Misa; las oscuras ojeras que se dibujaban debajo de sus ojos y la soledad que le pareció palpar en su aura. Por alguna razón, imaginarlo solo le pareció muy triste.

Misa estaba tan centrada en su escrutinio que se perdió la mitad del discurso y ni siquiera se percató que alguien se había sentado a su lado. Sólo hasta que esa persona murmuró su nombre en su oído y el timbre de voz fue reconocido por su memoria, ella pudo despegar su atención de Ryuzaki para volverla hacia Light.

Frunció el ceño.

Estaba a muy poco de volver a ignorarlo, cuando él sonríe y saca una rosa de su espalda y se la ofrece. Misa parpadeó, tan desconcertada como el día en que la trató con rudeza. Sus manos se quedaron a sus costados, dudando si extenderlas para aceptar el regalo o no.

—Perdona mi comportamiento de los últimos días —soltó él—, yo sé que no es una excusa, pero he tenido problemas en mi casa; mi madre parece fuera de sí todo el tiempo, mi padre ya casi nunca está en casa y la mayoría del tiempo no sé lo que pasa con él… No me gustaría que le ocurriera nada malo.

Parecía sincero, además, ella sabía que su familia pasaba por momentos de tensión por tener a su padre tan cerca del peligro y, aunque ella no tuviera familia, lo comprendía. Fue eso y el hecho de que, en esos momentos, que se sentía tan vulnerable, le disgustaba tanto el sentirse sola o pensar que lo estaría que los dedos de su mano derecha terminaron por cerrarse en torno al tallo de la rosa.

Light sonrió, otra vez ese gesto de triunfo que ya una vez le dio un mal presentimiento a Misa, aunque, como esa vez, creyó imaginárselo.

—Entonces me aceptas como amigo, de nuevo.

—Por supuesto.

La ceremonia terminó pronto, por lo que, en poco tiempo, la mayoría ya se estaban poniendo de pie y se dirigían a las salidas. Misa levantó la cabeza para buscar a Ryuzaki pero fue muy tarde, porque había desaparecido entre la aglomeración de personas que deseaban salir.

Se rindió y se dejó guiar por Light. Sonrió, al escucharlo quejarse de la exageración en la asistencia.

—No están exagerando —sonrió ella—. Ryuzaki promete ser un estudiante brillante, ya que sacó la calificación perfecta.

Light hizo una mueca y Misa se rió y lo golpeó con el codo, a modo de juego.

—No hagas caras —dijo, bastante divertida—. Te hará bien tener un poco de competencia.

Esto pareció molestar al joven, pero no se quejó. Además, a pesar de que Misa quisiera seguir riendo, su sentido del humor se apagó cuando Light murmuró el nombre de su padre, porque, en efecto, ahí estaba él; un hombre maduro, con algunas canas a la vista entre toda su cabellera corta y negra, y unos lentes grandes.

Ligeramente sorprendido, Light no pudo evitar la expresión de desconcierto que se dibujó sobre él.

—Me alegra conocerte, Misa, aunque, lamentablemente, no he venido aquí por motivos personales sino en el estricto ámbito de trabajo.

—Comprendo —soltó ella—, quiere interrogarme sobre lo sucedido hace unos días.

—Así es. Hijo, lamento tener que pedirte que nos dejes a solas.

Light observó a Misa unos instantes pero terminó por asentir.

—No hay problema, sé que esto es importante —soltó, finalmente, antes de retirarse.

Misa, no sin cierto recelo, accedió a la invitación del señor Yagami de ir a otro lugar para realizar el interrogatorio; subieron a un coche negro y, cuando él cerró la puerta, se giró hacia ella.

—Antes de hacer nada, debo decirte que yo no soy el que va a interrogarte, sino L y él desea que vayas al hotel donde se está hospedando —dijo Yagami—, por lo que, como podrás comprender, necesito tomar ciertas medidas de seguridad.

Le mostró una bufanda que, seguramente, haría la función de una venda para cubrirle los ojos.

—Por supuesto, esto es bajo tu pleno consentimiento, si decides rechazar esta oferta, puedes bajar del carro e ir a tu casa.

—Yo seré tus ojos, Misa —escuchó la voz de Rem, cerca de ella.

—Estoy de acuerdo con las condiciones.

Ir en un carro hacia un rumbo desconocido, rodeada de personas a las que no conocía y con los ojos vendados no era algo que le causara mucho gusto a Misa a pesar de que, el hecho de tener a Rem a un lado la tranquilizaba un poco.

Cuando se detuvieron y el padre de Light le anunció que era momento de bajar, unas manos, que no eran del señor Yagami, porque eran más suaves y jóvenes, se aferraron a ella. Gracias a la descripción de Rem, Misa supo que se trataba de otro miembro de la policía; el de menor edad.

—Tranquila —le dijo y una voz amable llegó hasta sus oídos—. Me llamo Matsuda, yo me encargaré de guiarte hasta la habitación, ¿de acuerdo?

Misa asintió.

Le indicaron que se mostrara relajada y sonriente; al principio las instrucciones le parecieron extrañas, pero todo quedó claro cuando, por lo que decía Rem, pasaron frente a la recepción.

—¡Te va a encantar la sorpresa que te preparamos, Misa! —exclamó Matsuda, en un tono que a ella le pareció un poco exagerado.

—No puedo esperar —soltó ella emitiendo una risa sincera, porque le había causado mucha gracia la sobreactuación del hombre que la tomaba de la mano.

Si no fuera por las instrucciones precisas de Rem, se hubiera tropezado varias veces en la alfombra o en el pequeño borde que había al salir del ascensor; definitivamente Matsuda no era un buen guía.

—Bienvenida, señorita Jenkyns —esa voz era nueva, tenía un timbre un poco más grueso y ronco, como si se tratara de una voz perteneciente a una garganta más antigua.

Por fin, tras sentir que Matsuda y otra persona, que seguramente era el dueño de la última voz que escuchó porque sintió la vejez en sus manos, la ayudaban a sentarse, pudo volver a usar su vista.

Todas las cortinas de la habitación estaban corridas, provocando que, a pesar del sol, que todavía debería estar brillando afuera, la habitación se encontrara en penumbras. Junto a ella, varios rostros la observaban con fijeza; los policías se habían sentado a su alrededor, a excepción del hombre canoso, que permanecía de pie, a un lado del sillón donde se encontraba ella. Por supuesto, había algo en la habitación que impedía que todo estuviera sumergido en oscuridad total y era la computadora portátil, cuyo fondo blanco sólo hacía resaltar más la letra "L" negra que se alcanzaba a ver en la pantalla.

Como razonó al momento de darse cuenta de aquello, eso era mejor para mantener la seguridad de toda la operación contra Kira, pero no pudo evitar sentirse un poco decepcionada al darse cuenta que no lo vería en persona, como ella había pensado.

—Espero, sinceramente, que el ambiente o el escrutinio de mis colaboradores no sea algo que te incomode —emergió la voz distorsionada de las bocinas de la computadora, una que vibró con un peculiar timbre metálico. Cuando Misa aseguró que se sentía bien, la voz continuó: —Espero que entiendas que, forzosamente, debo hacerte unas preguntas que te resultarán un tanto acusatorias; debo mantener un cuidado extremo en este caso en particular, dadas las, aparentemente, increíbles circunstancias en que se mueve Kira. Por ello espero que te limites a responder sinceramente y evites cualquier clase de argumento en tu defensa o actitud ofendida que pienses tomar; limítate a responder.

—De acuerdo —soltó ella, un poco extrañada y asustada por todo aquello.

—Perfecto, ahora, sólo te pediré que, mientras te hago las preguntas (sólo serán dos, no te preocupes) mires directamente al monitor y no desvíes tu mirada de él, ¿de acuerdo?

—Sí.

—¿Trabajas para Kira?

—No.

—¿Conoces su identidad?

—No.

—Te creo —soltó L, después de un rato, lo que provocó la ligera tensión que se había creado en la habitación—. Aunque, debo decirte, esto no bastaría si yo mismo no te considerara inocente de antemano y, porque, analizando tu situación y reacciones, no pareces haber conocido alguna vez al autor de estos asesinatos, por lo menos no que tú lo sepas.

—Entonces, consideras que Kira me conoce y que manipuló la situación de forma que yo resultara a salvo.

—Sí, aunque tú también has pensado en esa posibilidad; puedo leer el miedo en tu rostro.

Misa inclinó la cabeza hacia su pantalón negro, apretó los labios, sin emitir ninguna respuesta a aquello, aunque su silencio ya decía demasiado.

—No creas que cree todo esta atmósfera de misterio sólo para hacerte dos preguntas; te traje aquí para que nos hables de lo que sucedió ese día, en la Universidad.

Misa respiró profundamente y, aunque lo deseaba, evitó buscar la mirada de Rem para tranquilizarse, por fortuna, parecía que su shinigami la conocía bien, porque sintió su huesuda mano sobre su hombro. Tras un asentimiento, comenzó su crudo relato. Le fue sencillo no sentirse mentirosa al omitir a Rem, puesto que, a pesar de que, una parte de ella, era consciente de su presencia, la mayor parte de su atención había quedado absorbida por la pistola que apuntaba a su cabeza.

—Bueno —intervino Matsuda, de pronto, dirigiéndose a ella—, creo que eso es todo para ti; vamos, te llevaré a casa.

Un poco decepcionada, la joven se levantó, pero la voz metálica de la computadora le impidió dar un paso.

—No será necesario, Matsuda —dijo L, dejando a todos, incluso a Misa, sorprendidos—. Ya que es evidente que, de alguna manera, Kira la conoce, en cierta forma, ella está en peligro, por lo que considero justo que conozca parte de la investigación, por lo menos para que esté alerta.

Misa se dejó caer nuevamente, esperando que ninguno de los presentes objetara nada, lo cual, sí pasó. Uno de ellos, Aizawa, consideró un poco arriesgado dejarla escuchar, pero L jamás cambió de opinión.

—El hecho de que la anomalía, como llamaremos a este cambio en el patrón de los recientes asesinatos, haya ocurrido en la Universidad sólo sustenta mi teoría de que estamos enfrentándonos a un estudiante, uno muy inteligente, cabe anotar. Y, la valiosa información que nos brindó Misa (me refiero al hecho de que se encontraba haciendo un examen en un grupo al que no pertenecía) nos sugiere que, probablemente, Kira conozca su horario.

Hacía rato, mientras la voz distorsionada envolvía la habitación, que los ojos de Misa iba a parar, de vez en cuando, en el padre de Light. Se veía realmente tenso y preocupado, mientras escuchaba cada deducción que emergía de la computadora… Entonces, se le ocurrió; gracias a que había accedido a los datos del ordenador del señor Yagami conocía que Kira tenía acceso a la información de la policía, existía una gran probabilidad de que se tratara de un estudiante y, ahora, la otra pieza era que estuviera relacionado con ella o la conociera…

—Sospechas de Light —soltó, dirigiéndose a la "L" que se veía en el monitor.

—Efectivamente, Misa.

Le pareció escuchar, vagamente, que el señor Yagami objetaba algo, pero las palabras no llegaban claras a sus oídos, puesto que ahora su mente estaba ocupada con pensamientos sobre lo que acababa de notar. Recordó todas las veces que se había encontrado con Light y, también, el día que había ido a comer con su familia. Era cierto que él, gran parte del tiempo o casi todo, era un arrogante pero, aun así, no podía verlo como el Kira sanguinario que ya no sólo se saciaba con criminales, sino con inocentes. ¿Cómo alguien con una familia tan unida y cariñosa podría volverse de esa forma? Y, aunque gran parte de ella deseaba que no hubiera sospecha sobre él, tanto porque lo consideraba un amigo como por temor (pues si se trataba de él, ya podría considerarse acorralada), no creía que ese sentimiento de precaución y duda se pudiera borrar de su cabeza, por lo menos hasta que se resolviera todo aquello. Por otro lado, la probabilidad no debía ser muy alta, sino L ya hubiese tomado medidas más drásticas y el señor Yagami estaría mucho más angustiado.

—¿Qué porcentaje? —cuestionó, de pronto, consciente de que había interrumpido algo importante, puesto que la discusión había pasado a un repentino silencio y, todos los ojos estaban sobre ella.

Nadie parecía haberla entendido. Sólo el hombre de mayor edad parecía seguir el hilo de sus palabras; hasta creyó ver que, debajo de su bigote grisáceo, las comisuras de sus labios se elevaban hacia arriba, aunque ella no le veía nada gracioso a la situación.

—Diez —contestó L—, por el momento.

No era mucho. Eso no podía significar que se trataba de él. Misa juntó las manos sobre su regazo, sintiendo otra vez ese miedo que la asaltaba en las noches. A su lado, Rem le dijo que, mientras estuviera con ella, nada malo le ocurriría, aun así, no logró tranquilizarse.

—Por supuesto, te pediría, Misa, que tus relaciones sociales continuaran como hasta ahora, para no levantar sospechas.

Misa frunció ligeramente el ceño y observó directamente a la computadora; el verde en sus ojos destelló por unos segundos. No tenía que analizarlo mucho para saber que sólo se refería a Light; por más miedo que tuviera o las dudas que sintiera, no dejaría de hablarle por un diez por ciento.

—Claro que seguiré como siempre; es mi amigo —le pareció que el señor Yagami la observaba con algo de agradecimiento en su rostro, pero casi no le prestó atención, estaba más preocupada por haber tomado la decisión equivocada.

Light se paseaba de un lado a otro por la habitación de su casa; su rostro dibujaba un profundo ceño fruncido.

—¿Por qué no los seguiste si te preocupaba tanto? —cuestionó el shinigami antes de lanzar una manzana al aire y comérsela de un bocado.

—Eso es demasiado arriesgado, Ryuk —Light se pasó una mano por el cabello—. Estoy seguro de que, si L había retirado sus sospechas, ahora vuelve a considerarme como posible Kira. Todo por salvarla…

El joven se dejó caer en una silla y golpeó el escritorio con su puño cerrado. Ryuk parecía bastante divertido con su malhumor.

—Tal vez lo mejor sea mantener tu distancia con la chica —sugirió el shinigami, sonriendo.

Light apretó los labios.

—No es conveniente.

Ryuk atravesó el piso de la habitación hasta desaparecer; regresó rápidamente, con una manzana roja en sus largos dedos.

—Pero tú mismo dijiste, hace unos minutos, que ella probablemente estará bajo la mirada de L…

—Sí, sin embargo, resultará mucho más sospechoso si me alejo, ya que él podría interpretar eso como una manera de evitar ser vigilado. Eso sólo provocaría que me relacionara aun más con Kira.

El shinigami se rió.

—Pues, parecer que te encuentras en un problema.

—Idearé la forma de resolverlo, ya verás.

—Ya que estás relacionada, aunque sea indirectamente, con Kira; te mantendremos vigilada para protegerte.

Aunque Misa agradeció las palabras de L, sabía que no podía hacer mucho por ella, su única defensa era que, estaba casi segura, que Kira desconocía su verdadero apellido, de esa forma, se encontraba protegida contra su Death Note. Sin embargo, si él llegara a averiguarlo, no habría nada que se pudiera hacer por ella.

—Gracias, pero no tiene porqué molestarse, estaré bien.

—Insisto.

—¿Puedo irme a casa? —preguntó ella, ignorando la última palabra de L.

—Si es lo que quieres…

Misa se levantó y Matsuda hizo lo mismo; se acercó para vendarle los ojos, pero L le dijo que no lo hiciera.

—Sé que no está del lado de Kira, por lo que podemos confiar en ella.

El jefe Yagami se ofreció a llevarla a su casa y, Misa, sabiendo que no tenía otra opción más que decir "sí", accedió.

Sin embargo, cuando abrió la puerta y se encontró la pequeña casa, con el techo desgastado y el pórtico viejo, se sintió un poco mal por engañarlo. Una vez que lo vio desaparecer, tomó camino a su departamento.

Una vez que los miembros de la investigación salieron de la habitación, Watari, con la tranquilidad inglesa que lo caracterizaba, tomó el ascensor y subió dos pisos más. Con la llave dorada que traía en sus manos, abrió la puerta que se encontraba al fondo del pasillo; un joven, cubierto por la oscuridad y con sólo la luz del monitor iluminando su rostro ojeroso y su cabello despeinado, se encontraba con la mirada fija en un punto frente a él. En sus manos sostenía un plato con una rebanada incompleta de pastel de fresas.

Aunque parecía demasiado abstraído en todo lo que ocurría en su mente, no pasó desapercibida para él la llegada de Watari. Sus ojos negros se dirigieron hacia él.

—Necesito pedirte un favor —dijo, con cierta extrañeza, como si algo en sus propias acciones le sorprendiera.

—Dilo.

—Si alguna vez consideras que dejo de ser objetivo, tienes que decírmelo.

Watari elevó las cejas, mostrando una pregunta en sus ojos, la misma que no hizo. Inclinó su cabeza hacia L, como si quisiera observarlo mejor.

—Lo haré.
Jeanette Yunnuen
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